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Que tristeza más honda en las noches de luna
cuando el alma dormida no siente tu calor,
ni se mece constante en su lecho de plumas,
ni le ruega a Cupido un mensaje de amor
Antes que los vientos se lleven mis suspiros;
y el sol ya no pueda calentarme,
o mi piel sea un gastado pergamino:
¡permitirme que vuelva a enamorarte!
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